Despertó una vez mas de madrugada, sintiéndose sola. ¿Cuántas veces iban ya? Había perdido la cuenta.
Se removió entre las cobijas, intentó encontrar una posición en la que se sintiera cómoda para ver si así lograba volver a dormir. Así estuvo quince minutos. No logró nada.
Comenzó a pensar en lo que había dejado pasar estos últimos meses. Se había alejado de alguien que la quería mucho, por ir a trabajar a un lugar lejano. Él no la quiso acompañar. Ella se negó a seguir con él por esto. Ahora estaba sola en... ¿Cómo se llamaba ese lugar? Ah, que importa...
De repente su cama se le antojó demasiado grande, vacía y fría para poder dormir. Faltaban esos ronquidos bajitos, ese pelear por las cobijas, esos mechones de cabello ajenos que le caían en la frente cuando se acercaba demasiado a su compañero. De pronto quiso volver a discutir con alguien por poner la alarma tan temprano y no despertarse.
Inhaló profundamente varias veces, pero por mas que lo intentó, no logró percibir el aroma de esa colonia que estaba impregnada en su antigua almohada. No olvidaba su olor, seguía presente en su cabeza y sabía que no podría sacársela jamás. Tampoco es que quisiera hacerlo... Pero no importa cuanto se esforzara, ya no podría volver a sentirlo en su recámara.
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